domingo, 25 de diciembre de 2011

Que nos queríamos, aunque no lo demostrásemos porque nunca no lo dijimos. ¿Y sabes cuál es la diferencia entre esa tías con las que ahora estás y yo? Que yo te hacía sonreír con la ropa puesta. 
-¿Has vuelto a los madrugones?
- ¿Pero qué dices?, voy al baño y me vuelvo a acostar.
- Hace dos días abriste tu corazón y ahora empiezas de nuevo con excusas baratas y a comportarte como una adolescente. Qué pasa, ¿que no podemos hablar de esto como dos adultos o qué?
- ¿Y qué quieres hablar? Yo ya sé que tú me quieres como amiga y que estás enamorado de ella y… y tú ya sabes que ambas cosas se me hacen insoportables. Aunque no lo creas soy una tía muy fuerte. Llevo toda la vida entrenándome en eso de ser la mejor amiga del que me gusta. Es increíble la capacidad que tengo de anular los sentimientos y jugar a amiga comprensiva con tal de tener al que quiero cerca de mí. Pero en estos últimos meses he aprendido a quererme más, ¿sabes? A respetar lo que siento, y estoy harta de rebajarme y de hacer el papel de tu confidente y de tu paño de lágrimas. Porque me importa tres narices lo que me digas de ella; sólo quiero oír: te quiero a ti. Y como eso no va a pasar, y todavía estoy en eso de echarle ovarios para olvidarme de ti para siempre, pues aquí me tienes, haciendo el gilipollas levantándome a las seis de la mañana.

 Es imposible ganar sin jugar, ni llegar sin arriesgarte

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