miércoles, 22 de agosto de 2012

Hola, no sé si vas a leer esto, pero necesito desahogarme.
Hace once años volví a casa como si fuera un día normal de verano.
Pero no lo era.
Tú ya no respirabas y tu corazón, tan vivo hacia 1 año, dejó de latir.
Necesité verte en el cementerio para darme cuenta que era verdad, que ya nunca más ibas a estar conmigo, que jamás volvería a verte con los ojos abierto.
No es justo. Sólo tenías 46 años, una vida por delante y unas hijas y una mujer maravillosas.
No te imaginas todo lo que pasó después de que te fueras. Lo que lloramos y lo llena que estaba la iglesia el día de tu despedida.
En vida siempre fuiste el mejor, el mejor padre que cualquier hija puede desear.
El mejor padre que mis hermanas pudieron tener.
El mejor marido que mi madre pudo tener.
Pero ya no estás, no.
Ahora nos toca aprender a vivir sin ti.
¿Sabes? Estos años, y estos veranos no ha sido igual. Faltabas tú, la alegría de la fiesta, el alma de cualquier sarao, faltabas tú, simplemente tú.
Te juramos, todos y cada uno de tus amigos, hijas y demás, que cuidaremos de la familia que dejaste, lo juramos.
Descansa.



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